Diario de un aprendiz de sibarita

Menos hype y mucha alta cocina mexicana

Me tardé en venir a este sitio. Quizá porque desconfío de los restaurantes que aparecen recomendados en absolutamente todas las revistas de vida y estilo de la ciudad, como desconfío del top 10 musical de los 40 Principales. Lo popular rara vez resulta bueno.

Pero esta vez me equivoqué. Para empezar, Izote ya no es el lugar sensación de hace algunos años. Quien como yo hasta ahora lo conozca, no se deleitará en la satisfacción de haber logrado entrar al restaurante del momento sino a un local sobrio, sin pretensiones, concentrado en la experiencia culinaria y no en la pasarela de comensales.

 Y vaya que fue una sorpresa culinaria. El hype pasó pero la buena comida quedó. Gastronomía mexicana que parte de lo tradicional para dar una zancada hacia la refinación. Una rápida mirada a la carta lo delata. M y yo optamos por los camarones a la plancha (típico) pero cocinados con vainilla, sobre un puré de camote y un mole negro que en vez de acompañar a un pollo cubría de honores a un pato; pequeñas variantes que te regalan una experiencia totalmente nueva. Las tortillas de maíz recién hechas a mano y la cebolla desflemada a la perfección son otros detalles que por mínimos que parezcan hacen que los platillos estén por encima de otros restaurantes que presumen de ser de alta cocina mexicana. F, como niña que es, se inclinó por los esquites. Los trajeron sobre un barquito hecho con hoja de tamal y fue muy feliz.

Creo que Izote también es un excelente lugar para llevar a algún extranjero a conocer la cocina mexicana. La delicadeza con que se preparan las salsas y los platillos especiados sin detrimento a su sabor garantizan que aquí Moctezuma no pueda hacer de las suyas.

 

Mención aparte merece el mezcal que pedí de aperitivo. Alipus, de etiqueta rosa, es sin duda el mejor que he probado en mi vida. Aromático en caballito y sedoso al transitar por la garganta, no pude más que ir a comprar una botella saliendo del Izote. No la encontré, sólo había Alipus etiqueta negra, que si bien tiene el mismo sabor y aroma, no pasa tan rico.

¡Foodies ermitaños! Ya pueden ir a disfrutar del Izote.

Presidente Masaryk 513, local 3, Tel: 5280 1671

Tacos calientitos

¿Cómo? ¿No me van a traer todo al mismo tiempo? Nunca me había tocado que un mesero de taquería me preguntara en qué orden quería que me trajeran lo pedido. Y creo que nunca había comido unos tacos sin que los últimos estuvieran fríos. Sin duda dice mucho de uno comer en el Lago de los cisnes en vez de en el Charco de las ranas; empezando porque si vas a comer buenos y caros tacos, mejor que estén a la temperatura correcta. El lago de los cisnes. Prado Norte 391, Lomas de Chapultepec.

Mole para los cinco sentidos

    Hoy mi gira laboral por la República me trajo a Oaxaca y mis cinco sentidos (sí, los cinco se utilizan al comer) lo están disfrutando sobremanera.. Estoy en el restaurante La Casa de la Abuela y la vista hacia las copas de los árboles de la plaza central es relajante. También lo es el murmullo de una marimba que suena detrás de la historia que cuenta mi compañero de mesa sobre un niño mixteco que aprendió español hasta los 10 años pero que a los 18 obtuvo trabajo como corrector de estilo para después convertirse en uno de los directivos del diario más importante de Oaxaca.

    Es difícil creer que hace dos años esta hermosa plaza fue campo de batalla entre la APPO y la PFP. Hoy, a pesar de que el turismo aún no se recupera y la ciudad enfrenta una terrible ola de secuestros, en La Casa de la Abuela se respira esa tranquilidad de provincia perfecta para acompañar este mole de almendra que tengo enfrente, quizá el más refinado de los siete tipos de moles que existen.

    A diferencia de la intensidad que caracteriza a la mayoría de los moles, éste tiene un aroma y sabor sutil y ligero, no apto para impacientes. El mole de almendra hay que comerlo despacio; es uno de esos platillos que no revela su complejo sabor a la primera, al contrario, hay que tratarlo con la paciencia de quien mira una y otra vez por el orificio de un caleidoscopio para descibrir sus inumerables combinaciones de luz. El tiempo invertido definitivamente vale la pena.

    Pero mis pruebas de paciencia no terminan. En una búsqueda relámpago por un buen mezcal entre los pasillos del mercado, encontré uno añejado durante cinco años. Pero tendré que esperar al menos hasta el fin de semana para ver qué tal.

Arrachera sideral

Tardé varios segundos en encontrar el archivo mental que me permitió entender dónde me había metido. Me quedaba claro que se trataba de un restaurante campestre, con vista al bosque de Contadero, pero tenía un letrero desconcertante pintado en la pared del estacionamiento que simplemente no podía relacionar con comida: "Asadero de Jaime Maussán. Arrachería".
    De pronto me acordé... Jaime Maussán, el cazador de ovins con pinta de Chewbacca cano; el que durante buena parte de mi adolescencia me aseguró que la vida inteligente más allá de la estratósfera existe. Jaime Maussán, el de la cara grave y larga como las noches que seguramente pasó en vela esperando que los marcianos se lo llevaran. Quizá porque eso no ocurrió, puso su arrachería.

    En el intro de este blog aseguro que me gusta experimentar, pero esto parecía demasiado. Como que el concepto Maussán y la buena comida no encajan. Incluso sería más verosimil si en vez de arracheras ofreciera helado deshidratado para astronautas. Pero ahí estaban en la misma habitación el olor a asado y el retrato al óleo del prócer de los encuentros cercanos a la mexicana.
    No sabría decir si el lugar es más restaurante o museo-homenaje al ufólogo y al extraterrestre. Ahí, junto a su retrato hay una buena cantidad de fotos de Maussán con celebridades del calibre de Óscar Cadena (de nuevo tuve que buscar en el archivo muerto de mi memoria), y en la pared de enfrente, otro tanto de diplomas y reconocimientos como el que le entregó la Fundación Cultural Plaza Galerías por su aportación a la televisión mexicana.
    Si las condecoraciones y las fotografías no son homenaje suficiente, siempre existe la opción de pedir que te pongan un programa suyo en una de las dos televisiones gigantes del lugar. Obvio, dejé pasar la oportunidad.

    Leer la carta es toda una delicia kitsch. Aquí no se pide una sopa de hongos, sino una sopa Pedro Infante y nueve tragos cocteleros llevan el nombre de ocho planetas y un recién decretado planetoide.
    Y sin embargo, la comida es buena. A pesar de que mi escepticismo sobre lo que probaría superaba al que tengo sobre la vida sideral, la disfruté. En compañía de pequeñas réplicas de alienígenas que pululan el local, probé un tequila de la casa muy aceptable, enviado desde Jalisco exclusivamente para el consumo personal de Maussán y sus comensales.
    Las quesadillas de huitlacoche en tortillas azules recién hechas me gustaron mucho y las arraceheras, bastante bastante buenas, acompañadas de nopales, guacamole y frijoles charros. Todo a precios terrenales.
    Sentado ahí, me di cuenta que así como habían pasado años desde la última vez que escuché hablar sobre Maussán, también han pasado años desde que escucho a alguien dudar que exista vida extraterrestre más inteligente que la nuestra. Hollywood se ha encargado de eso. Quizás Maussán también se puede llevar algo del crédito.
    Como un médico que ha curado a todos sus pacientes, Maussán ha tenido que cambiar de giro... aunque no del todo. En vez de hacernos creer en platillos voladores, ahora debe hacernos creer en los platillos que salen de la cocina de su restaurante. No va mal.

PD
¿Alguien quiere la dirección exacta de este ufostaurante?