Super cool. No hay mejor frase para definir la experiencia de comer en el mundialmente famoso Nobu, sucursal
Mexico City. Luego llega la cuenta y el término para describir la comida muta a ensartado.
Llegué a Nobu con la intención de conocer uno de los restaurantes más emblemáticos del escenario
trendy de Nueva York, aunque fuera 10 años después de su mejor momento. Efectivamente, el local mexicano no se queda atrás en diseño, atención y ambiente para ver y que te vean. La carta sin embargo me hubiera sorprendido hace una década, hoy el menú no es nada del otro mundo. La comida, buena, quizá un escalón arriba de buena, pero no espectacular como los precios. Las porciones sí, como para una clientela de umpa lumpas.
Aclaro que cuando se trata de comer y beber, no temo sacar la cartera. Algunos gastan su dinero en zapatos, otros en relojes, libros o videojuegos; yo lo injiero. Pero en Nobu creo que no se paga por comer sino por... estar en Nobu, lo que sea que eso signifique.
La experiencia es la de una montaña rusa emocional. Entras al local y te ilusionas durísimo: bellas recepcionistas te dan la bienvenida, el bar y la terraza son espectaculares, la barra de sushi enorme y atendida por cinco fileteros, tres de ellos orientales. Hay meseros para aventar para arriba (algunos extranjeros) que se presentan diligentes a la primera insinuación de un cliente.
Luego llega la carta y la emoción desacelera. Ciertamente hay platillos interesantes pero nada realmente excepcional. Entonces viene el desplome... has llegado a la lista de precios y descubres que casi nada está por debajo de los 300 pesos. Intentas recobrarte y pides, eso sí, con precaución.
Los platillos se colocan sobre la mesa y con ellos cierta reconciliación. Son hermosos, pero tan pequeños que duran un suspiro. De nuevo desilusión.
Un par de brochetas de pollo, una minúscula tártara de atún con unas cuantas perlas de caviar, tempura de camarones (el único platillo de porción decente), cuatro ostiones Kumamoto (o sea pequeñitos), agua mineral extraída de un manantial de Bath, Inglaterra y una copa de vino blanco. Todo rico, pero apenas suficiente para abrir boca, suficiente sí para abrirle un boquete de 1 mil 800 pesos a mi cartera.
Como me ocurre con muchos restaurantes, la despedida de Nobu fue dolorosa. No por un “lástima que terminó”, característico del final de una buena comida, sino porque sales cojeando del orgullo. A nadie le gusta tener que admitir que lo ensartaron.
Nobu: Centro Comercial Arcos Bosques. Paseo de Tamarindos 20, col. Bosques de las Lomas. Tel: 91350062
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