Aunque son más limpios e inteligentes que los perros, nunca tendría uno de mascota. Además, la tentación de alimentarlo exclusivamente con bellotas o clavarlo en un horno antes de que cumpla tres meses sería demasiada.
Lo que sí estoy dispuesto a hacer es comer la mayor cantidad de cerdo mexicano que me sea sanamente posible.
La industria porcícola, sin deberla ni temerla, está en una severa crisis por culpa de la errónea idea de que uno se puede contagiar de influenza comiendo carne de puerco. Nada más lejos de la realidad.
Lo que sí es real es que no hay cerdo que se venda y que eso afecta a comunidades enteras dedicadas a la crianza de la materia prima de suculentos manjares.
Así que convoco a matar dos pájaros de un tiro (no chanchos, eso es para expertos): apoyemos a los restauranteros visitando sus locales y a los porcicultores pidiendo platillos hechos a partir de carne de cerdo.
Para los que prefieran cocinar en casa, aquí va la receta de carne de puerco más sencilla que conozco. Es sugerencia de Mark Bittman, a quien admiro por descubrir el punto medio entre sencillez y sofisticación. Ya lo verán.
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