Fátima muestra ya señales de que será toda una sibarita. Al igual que su papá detesta la papaya y ve con desdén a las manzanas. Por el contrario, comparte conmigo la devoción por los higos, sin duda su fruta favorita. Si tiene tal gusto culinario a los ocho meses, sin duda superará a su padre. Para su quinto cumpleaños seguramente pedirá festejar en Bistro Mosaico en vez de McDonalds, cosa que garantizará una fiesta repleta de amigos... de sus papás, quienes seguro estarán muy contentos de comer boquerones y jamón serrano en vez de McNuggets.
Pero en lo que ese momento llega, Fátima y yo disfrutamos enormemente desayunar juntos. Vamos por una café al Toscano, caliento unos bisquets, les unto mermelada de naranja y decidimos de qué fruta haremos la papilla mañanera o si toca Gerber orgánico. De hecho, debo confesar que de vez en cuando le robo a Fátima algunas cucharadas de su desayuno; de ahí mi mas reciente receta, no apta para estómagos que han perdido su espíritu de niño.
Mientras muchos padres hacen papillas para sus hijos a partir de lo que ellos comen, yo he decidido hacer lo contrario, al menos hasta que Fátima pueda comer más allá de frutas, verduras y pollo.
La idea nació una mañana en la que con cada cucharada que le daba a Fátima, su Gerber orgánico de peras paseaba una y otra vez bajo mi nariz. Me pasé todo el día con el olor en la cabeza, imaginando cómo podría utilizar las sobras de su desayuno en mi cena.
Finalmente llegó la hora y voilá, rayé sobre el Gerber media nuez moscada y vertí una onza de licor de granada. Una vez mezclados los ingredientes, vacié el puré sobre una loncha de salmón a la parrilla.
El resultado fue sorprendente y ahora es más difícil que Fátima pueda desayunar papilla de peras.
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