Estaba el sibarita muy a gusto en Tepoztlán bebiendo un clamato con cerveza, levantóse de su tumbona para ver qué ocurría en la cocina y descubrió que se acercaba una comida incierta: su amigo Leonardo, el mismo que prepara como ninguno los clamatos, untaba indiscriminadamente mostaza McCormick sobre unos filetes de Top Sirloin. "Sal, mostaza y chela", repetía orgulloso el chef. "¡Oh Dios!", pensaba resignado el sibarita.
Me encantan los riesgos; me he lanzado en paracaídas, practico la escalada en roca y en septiembre iré a bucear con tiburones blancos, pero cuando se trata de comer, sufro ante un platillo de dudosa precedencia. Sí, todo lo que se mueve se come; sí, hay miles de maneras de comer aquéllo que se mueve, pero también hay límites y me cuesta mucho trabajo cruzar esa línea entre la experimentación culunaria y el "suicidio".
Y es que hay cosas que simplemente no se perdonan. ¿A quién se le ocurre desayunar con Coca Cola? ¿Por qué hay quienes no conciben que no todo tiene que ser aguado? ¿Por qué en las bodas nos someten a platillos de nombres rimbombantes y realidades lamentables (una buena taquiza siempre es más digna)? ¿Cómo que le pediste al mesero un Don Pedro? Sufro, sufro, sufro.
Incluso, lo confieso, no han sido pocas las ocasiones en que llego comido a las reuniones donde sé que las probabilidades de decepción son altas. Sí, sé que es una grosería, pero no puedo evitarlo. Mi madre, que de niño me enseñó que en casa ajena hay que comer lo que te pongan enfrente, se decepciona.
Comer bien es una cosa maravillosa y a la vez harto difícil. De lunes a viernes se interponen la falta de tiempo, las pocas opciones en la zona donde trabajo y el mayoriteo de los compañeros que generalmente votan por ir a lugares mediocres. El fin de semana nunca faltan los compromisos familiares o las interminables actividades que me impiden comer donde me gustaría hacerlo y en cambio me veo forzado a comer cosas que felizmente evitaría.
De ahí mi gran desilusión cuando veo desvanecerse una oportunidad de comer como me lo merezco; de ahí mi urgencia por no perder oportunidad alguna de hacerlo cueste lo que cueste.
Así que aquí queda plasmada mi confesión en espera de que al menos algunos de ustedes comprendan mi situación si de pronto me es imposible ocultarla (hasta eso soy buen actor cuando me lo propongo). Pero si a pesar de este texto alguien aún tiene ganas de invitarme a departir los alimentos, van algunos aforismos de cocina (fobias, dirían otros) para tenerme contento. Si alguno quiere compartir los suyos, incluso podríamos inaugurar una nueva sección.
Aforismos de cocina
- ¿Pollo? Para qué habiendo tantas opciones que no saben a cartón.
- Si todos tus platillos son aguados, tus comensales se sentirán compartiendo el plato del perro.
- Los cacahuates no son otra cosa que cápsulas de grasa.
- Comerán queso, a veces saldrán con los ojos rojos de tu casa, pero tus invitados no son ratas de laboratorio, así que no experimentes con sus paladares.
- Tomar caldo de pollo es como beber sudor de cadáver a cucharadas.
- Si no sabes cocinar, invita a alguien más a hacerlo. En casos extremos, una pizza siempre será una mejor opción.
Últimos comentarios